Vale, lo admitimos, aun no tenemos el Bonfire, la última joyita de Stefan Feld. Y a falta de probarla, os traemos aquí el que para nosotros es la mejor creación de este prolífico diseñador (porque al menos a nosotros nos da la impresión de que crea juegos como churros), Los castillos de Borgoña.
Y a sabiendas de que la propuesta es algo genérica, “crea tu propia ciudad”, el desarrollo es completamente único. Un juego de gestión de dados, con un elemento de azar que puedes limitar bastante con el uso de trabajadores o losetas especiales.
Nuestras herramientas, dos dados. Nuestro lienzo, un yermo paramo que deberemos poblar. Resultado… “píntame como una de tus chicas francesas, Jack”. O lo que es lo mismo, en cada uno de los turnos lanzaremos los dos dados que tenemos y los tendremos que ir utilizando para realizar acciones que nos permitan hacer crecer nuestra ciudad.
Podremos ir al mercado a comprar edificios, cada uno con sus habilidades especiales (ni que fueran pokemons, un pikachu por aquí, un charmander por allá...), o bien colocar esos edificios en nuestra ciudad para activar dichas habilidades. Además podremos vender mercancías, y contratar trabajadores (para limitar el azar de futuras tiradas).
Si nos lo montamos bien, habrá turnos que activemos tantas habilidades a través de combos, que pareceremos más eficientes que la señora Doubtfire realizando las tareas del hogar. Y es que de eso se trata el juego, hacer más combos y hacerlos mejor que los demás.
Un juego con un número de rondas predeterminadas, y cuya duración viene ligada muy de cerca al número de jugadores. Más aun sabiendo que se trata de un juego con un moderado grado de análisis parálisis.
Es un juego que nos gusta mucho a los dos, pero en el que uno ha llegado a un nivel de maestría que la otra no puede aun comprender...
Lo recomendamos para: jugones que disfruten combando más que Scorpio en el Mortal Kombat.
No lo recomendamos para: jugadores casuales que se sientan abrumados ante la multitud de opciones constantes que te propone el juego.
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