martes, 10 de noviembre de 2020

ᗷᖇᗩᔕᔕ



 Jueguecito bajo la firma de Martin Wallace, con un diseño que quita el hipo y que promete un dolor de cabeza interesante la primera vez que le metáis mano (hago esto, ah no, que no puedo, pues esto, ah no, que tampoco, pues aquí… mierda). 




Se trata de un juego económico que recrea la revolución industrial de Inglaterra. Donde seremos emprendedores expandiendo nuestros negocios y construyendo nuevas rutas comerciales (…todo muy a la orden del día).

Cada partida se divide en dos épocas. La de los canales (que es las de los Peaky Blinders) y la de los ferrocarriles. Y en cada una de ellas tendremos que ser el magnate más listo de la clase (ósea, Thomas Shelby) y saber en cada momento lo que el mercado (resto de jugadores, o Tom Hardy) quiere y necesita.



Todo ello con la ayuda de una mano inicial de cartas que iremos gastando y reponiendo a partes iguales hasta que ya no quede donde robar. La primera vez que nos quedemos sin cartas, los canales serán el pasado, y habrá que retirarlos de la partida. Y la segunda vez que suceda esto, game over. La partida concluye.

Este juego tiene más interacción entre jugadores que un debate electoral. Sin tanta charlatanería. Es más bien una interacción por parálisis, es decir, como decíamos al principio de esta parrafada, no vais a saber que podéis o debéis hacer hasta que llegue vuestro turno, porque las acciones de los demás jugadores condicionan en gran medida las vuestras. 

Lo que nos lleva a decir que, como en toda pareja, 3 o 4 son multitud. Al menos para disfrutarlo bien, porque el grado de análisis parálisis se vuelve muy elevado. 

Lo recomendamos para: parejas eurogamers que busquen un buen económico. Y para jugones que conozcan a Dagny Taggart o Henry Rearden (¿algún otro loco por aquí?)

No lo recomendamos para: no jugones que entren en una tienda y se dejen llevar por el diseño. Porque este es increíble, y si no sabes donde te metes… haber preguntado. 

By order of the Peaky Blinders.




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